23 de Febrero de 2010
Autor:Magena Valentié (mvalentie@lagaceta.com.ar)
Redacción LA GACETA
El código penal argentino necesita un debate. Hasta ahora atropellar, matar y huir es un delito excarcelable.
"Atropelló, mató, huyó y lo soltaron". El periodismo argentino recoge bajo este título cientos de noticias parecidas, a lo largo de los años, sin importar de qué provincia se trate.
Autor:Magena Valentié (mvalentie@lagaceta.com.ar)
Redacción LA GACETA
El código penal argentino necesita un debate. Hasta ahora atropellar, matar y huir es un delito excarcelable.
"Atropelló, mató, huyó y lo soltaron". El periodismo argentino recoge bajo este título cientos de noticias parecidas, a lo largo de los años, sin importar de qué provincia se trate.
Como en el mito de Sísifo, la sociedad está condenada a repetir al infinito un círculo de sensaciones, que pasan de la conmoción -cada vez que se entera de que alguien muere absurdamente cruzando la calle- a la impotencia, producto del desamparo de una ley penal que no logra hacer justicia. Sólo cambian las víctimas y los victimarios.
El 24 de enero, Rodrigo Barrios, apodado la "Hiena", se acomodó al volante de su camioneta BMW y se lanzó a la calle como si fuera el ring. En su veloz carrera chocó por atrás un Fiat 147 que se hallaba detenido en Independencia y Ayacucho, del barrio La Perla, de Mar del Plata. El impacto fue tremendo e hizo que este auto atropellara, a su vez, a Yamila González, que estaba embarazada de seis meses. No la auxilió, y la joven finalmente murió en el hospital. La Hiena siguió viaje enloquecido hasta estrellarse, esta vez contra la parte trasera de otra camioneta. También intentó escapar, pero no pudo, su BMW estaba destrozada.
Seis horas después, el boxeador dio por terminada su carrera y se entregó en la comisaría. No estaba borracho ni drogado. Tal vez esa era su forma de conducirse por el mundo. Lo cierto es que esa misma mañana la Justicia de Mar del Plata resolvió su excarcelación. La ley argentina establece que el delito que se le imputa, es decir, homicidio culposo agravado, es excarcelable.
La difusión del caso, que alcanzó una gran magnitud mediática por tratarse de un personaje popularmente conocido, motivó la propuesta de la fundación Madres del Dolor de modificar el Código Penal para elevar las condenas. La iniciativa fue tomada al vuelo por el ministro del Interior, Florencio Randazzo, deseoso de demostrarle a la sociedad que el Gobierno nacional tiene interés en bajar los índices de inseguridad vial.
En Tucumán todavía está presente en la memoria el accidente de Los Nogales, el 22 de noviembre pasado, cuando un joven de 23 años se llevó por delante la vida de siete integrantes de una familia y luego huyó. Algunos tuvieron una larga agonía debido a las múltiples quemaduras que sufrieron dentro del auto. Sólo una niña sobrevivió.
La iniciativa de las Madres del Dolor promueve el aumento de condenas a un mínimo de dos años y medio y a siete años de máximo cuando hay muertos. Todo es poco frente a una vida que se pierde. En el país mueren 22 personas por día en accidentes de tránsito, sin contar las que fallecen varios días, meses o años después.
En Tucumán (probado está, LA GACETA 19/2) todavía hay quienes hacen de la obtención de un carnet de manejo una práctica delivery. La cultura de la "coima" cuenta con la resignada aceptación de muchos conductores, que prefieren pagar al varita una suma que, a veces, supera a la de la multa, antes de asumir la responsabilidad de una falta cometida.
Todas estas actitudes tienen que ver más con la falta de ética que con las leyes de tránsito. La rectitud en la conducta, el apego a la norma, la capacidad para hacerse cargo de los errores, la necesidad de reparar la falta cometida y el instinto de socorrer a cualquier víctima en un accidente de tránsito no se promueven con el endurecimiento de las penas, sino con la educación de la sociedad.
En las escuelas de Tucumán ya se comenzaron a enseñar ciertos contenidos de educación vial, en la primaria y en la secundaria, como pide la Ley Nacional de Educación. Pero es en las escuelas municipales donde la educación vial se dicta en forma sostenida y sistemática. En Buenos Aires ya es una asignatura como cualquier otra.
Las comparaciones son siempre odiosas, pero quien levanta la mirada puede observar que en otros países donde las cifras de accidentes de tránsito son ínfimas en relación con las de Argentina (Suecia, Estados Unidos y España tienen entre el 10% y el 20% del total de muertos por año en nuestro país) el permiso para conducir supone no sólo un perfecto dominio técnico sino, además, haber acreditado idoneidad moral, capacidad física y equilibrio psíquico para enfrentarse a la calle.
En aquellos países que envidiamos por su organización, el conocimiento de las normas de tránsito y la conducción de vehículos es parte de la formación general de los estudiantes de enseñanza básica y media. Para ellos es muy difícil sortear todos los exámenes que les exigen. Antes de obtener el carnet de manejo son sometidos a pruebas complejas que apuntan no sólo a que tengan un completo conocimiento de las normas de tránsito, sino además, la disposición para acatarlas. Ellos saben que conducir un auto puede ser muy peligroso. Y se sorprenderían al saber que en Tucumán hay personas que piden un carnet por teléfono y se lo llevan a su casa. Y otras, con menos suerte, que cuando van a hacer renovar su credencial en el mostrador de la repartición la miran y le dicen: "señor, este carnet es trucho".
El 24 de enero, Rodrigo Barrios, apodado la "Hiena", se acomodó al volante de su camioneta BMW y se lanzó a la calle como si fuera el ring. En su veloz carrera chocó por atrás un Fiat 147 que se hallaba detenido en Independencia y Ayacucho, del barrio La Perla, de Mar del Plata. El impacto fue tremendo e hizo que este auto atropellara, a su vez, a Yamila González, que estaba embarazada de seis meses. No la auxilió, y la joven finalmente murió en el hospital. La Hiena siguió viaje enloquecido hasta estrellarse, esta vez contra la parte trasera de otra camioneta. También intentó escapar, pero no pudo, su BMW estaba destrozada.
Seis horas después, el boxeador dio por terminada su carrera y se entregó en la comisaría. No estaba borracho ni drogado. Tal vez esa era su forma de conducirse por el mundo. Lo cierto es que esa misma mañana la Justicia de Mar del Plata resolvió su excarcelación. La ley argentina establece que el delito que se le imputa, es decir, homicidio culposo agravado, es excarcelable.
La difusión del caso, que alcanzó una gran magnitud mediática por tratarse de un personaje popularmente conocido, motivó la propuesta de la fundación Madres del Dolor de modificar el Código Penal para elevar las condenas. La iniciativa fue tomada al vuelo por el ministro del Interior, Florencio Randazzo, deseoso de demostrarle a la sociedad que el Gobierno nacional tiene interés en bajar los índices de inseguridad vial.
En Tucumán todavía está presente en la memoria el accidente de Los Nogales, el 22 de noviembre pasado, cuando un joven de 23 años se llevó por delante la vida de siete integrantes de una familia y luego huyó. Algunos tuvieron una larga agonía debido a las múltiples quemaduras que sufrieron dentro del auto. Sólo una niña sobrevivió.
La iniciativa de las Madres del Dolor promueve el aumento de condenas a un mínimo de dos años y medio y a siete años de máximo cuando hay muertos. Todo es poco frente a una vida que se pierde. En el país mueren 22 personas por día en accidentes de tránsito, sin contar las que fallecen varios días, meses o años después.
En Tucumán (probado está, LA GACETA 19/2) todavía hay quienes hacen de la obtención de un carnet de manejo una práctica delivery. La cultura de la "coima" cuenta con la resignada aceptación de muchos conductores, que prefieren pagar al varita una suma que, a veces, supera a la de la multa, antes de asumir la responsabilidad de una falta cometida.
Todas estas actitudes tienen que ver más con la falta de ética que con las leyes de tránsito. La rectitud en la conducta, el apego a la norma, la capacidad para hacerse cargo de los errores, la necesidad de reparar la falta cometida y el instinto de socorrer a cualquier víctima en un accidente de tránsito no se promueven con el endurecimiento de las penas, sino con la educación de la sociedad.
En las escuelas de Tucumán ya se comenzaron a enseñar ciertos contenidos de educación vial, en la primaria y en la secundaria, como pide la Ley Nacional de Educación. Pero es en las escuelas municipales donde la educación vial se dicta en forma sostenida y sistemática. En Buenos Aires ya es una asignatura como cualquier otra.
Las comparaciones son siempre odiosas, pero quien levanta la mirada puede observar que en otros países donde las cifras de accidentes de tránsito son ínfimas en relación con las de Argentina (Suecia, Estados Unidos y España tienen entre el 10% y el 20% del total de muertos por año en nuestro país) el permiso para conducir supone no sólo un perfecto dominio técnico sino, además, haber acreditado idoneidad moral, capacidad física y equilibrio psíquico para enfrentarse a la calle.
En aquellos países que envidiamos por su organización, el conocimiento de las normas de tránsito y la conducción de vehículos es parte de la formación general de los estudiantes de enseñanza básica y media. Para ellos es muy difícil sortear todos los exámenes que les exigen. Antes de obtener el carnet de manejo son sometidos a pruebas complejas que apuntan no sólo a que tengan un completo conocimiento de las normas de tránsito, sino además, la disposición para acatarlas. Ellos saben que conducir un auto puede ser muy peligroso. Y se sorprenderían al saber que en Tucumán hay personas que piden un carnet por teléfono y se lo llevan a su casa. Y otras, con menos suerte, que cuando van a hacer renovar su credencial en el mostrador de la repartición la miran y le dicen: "señor, este carnet es trucho".
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