Un dato reciente podría dar cuenta de un nuevo capítulo de nuestra tragedia educativa. Fue extraído de una encuesta, cuyas conclusiones indican que la mitad de la población vincula el progreso económico con herencias familiares o acciones corruptas, mientras que solo dos de cada diez personas lo asocian con el esfuerzo o la educación.
La Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Palermo y la consultora Voices! han hecho diversos estudios sobre la población a partir de una encuesta nacional que abarcó a 971 personas. En uno de los sondeos de opinión pública más recientes, correspondiente a marzo pasado, una pregunta a los encuestados fue: "Pensando en la clase alta y muy alta de la sociedad argentina, ¿cómo considera que las personas que las componen llegaron a ocupar esa posición?". El 27% consideró que es debido a herencia familiar; el 22% lo atribuyó a la corrupción o el fraude; el 14%, a un mayor esfuerzo y apenas el 5%, a que tuvieron mejor educación. El 4% se inclinó por los contactos y el 3% lo adjudicó a la suerte.
Una encuesta similar realizada en 2015 había arrojado valores parecidos, pero la educación como factor de progreso socioeconómico cayó en los últimos tres años del 16% al 5%.
El trabajo revela claramente que la educación no es percibida como un factor de peso para llegar a las posiciones más altas en términos de ingreso económico y de influencia social en nuestro país. La triste conclusión que se desprende del estudio es también que los jóvenes argentinos difícilmente encuentren en el sistema educativo un incentivo para progresar económicamente.
Los resultados mencionados dicen mucho sobre una sociedad argentina que, como se ha cansado de afirmar el presidente de la Academia Nacional de Educación, Guillermo Jaim Etcheverry, habla mucho de educación, pero se preocupa muy poco por darle la importancia que se merece.
Si los valores asociados con el progreso económico son negativos, es muy difícil que un joven quiera estudiar y esforzarse para crecer. Si bien podemos observar muchos casos de corrupción y fraude, también hay muchos de emprendedores y empresarios innovadores que lograron éxito con tenacidad, ingenio y afán de superación.
Estudios internacionales muestran una relación directa entre el nivel educativo y el nivel de ingresos. A mayor educación, hay menores chances de estar desempleado y más probabilidades de tener una vivienda propia, mejores niveles de vida y ascensos a empleos de calidad.
Al comenzar el siglo XX, la educación sarmientina partía de la premisa de que la educación era el fundamento de todo progreso. Eso se traducía en la figura de autoridad del docente, el respeto por la enseñanza y el cuidado de la escuela. Se buscaba igualar hacia arriba y así asegurar progreso social y económico.
Un siglo después, la educación en la Argentina ha dejado de ser vista como una forma de progreso económico. Hay creencias arraigadas y no las puede modificar una autoridad mediante una exhortación. Cambiar la cultura de una sociedad lleva mucho tiempo y esfuerzo sostenido. Si seguimos pensando que los arquitectos conducen taxis y que los ricos son todos corruptos lograremos tener esa realidad decadente, confirmar en los hechos lo que damos por supuesto. Más allá del partido que gobierne, hace falta reconstruir un acuerdo social para impulsar que educación, estudio, esfuerzo y progreso vuelvan a ir de la mano.
Fuente: lanacion.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario