Los voluntarios de CHAP organizan actividades plásticas para que los pacientes puedan experimentar el poder curativo del arte.
Los jueves por la mañana los niños del Hospital Ricardo Gutiérrez dejan de ser pacientes por un rato y se convierten en artistas. Los pasillos se transforman en talleres recreativos donde los pinceles, los colores y la creatividad atraen a más de 40 chicos.
Priscila, de diez años, visita el hospital desde que tiene dos por un problema en los bronquios que afectó su crecimiento. Mientras, ella esboza un arcoíris sobre un papel, Eva, su mamá, comenta: "A veces venir al hospital es una tortura. Por eso es muy importante que los chicos se puedan entretener como lo hacen acá".
Esto es posible gracias a los voluntarios de CHAP (Curar Haciendo Arte con Pequeños), que organizan actividades plásticas en hospitales pediátricos de la ciudad. Además del Gutiérrez, incluyen a los hospitales Garrahan y Elizalde. Cada año pasan por los talleres alrededor de 7000 chicos y sus familias.
Desde 2006 se dedican a generar un espacio en el que los chicos se conectan con sus habilidades e inquietudes artísticas para dejar de lado los problemas de salud.
"Mi hija está muy enganchada con los talleres de arte, le encanta participar y quiere muchísimo a los voluntarios. Lo que más disfruta es charlar con ellos y enchastrarse con las témperas. Cuando no tiene ganas de venir al hospital, porque muchas veces se aburre esperando a que nos atiendan o le duele si le dan una vacuna, le digo que van a estar los voluntarios de CHAP y enseguida cambia de opinión", cuenta Eva.
Los colaboradores de CHAP, que llaman la atención por sus divertidos delantales con estampados de dibujos y manos, se acercan a las mesas para ayudar a los chicos y les facilitan los materiales que necesitan. "Buscamos que los chicos sean activos y protagonistas y puedan expresar sus emociones libremente. Por eso no enseñamos técnicas, sino que cada uno puede crear con lo que traemos y hacer un dibujo, una pintura o un collage", explica Ana Rubio, integrante de CHAP.
"A partir del arte, los chicos pueden vivir el hospital como algo lindo y no como algo negativo. Vienen contentos y con mucha energía porque saben que está CHAP. Por ejemplo, un nene que tal vez estuvo dos horas en quimioterapia, cuando vuelve a su casa, el recuerdo que tiene es sobre la actividad artística y no tanto sobre el tratamiento", continúa.
Los beneficios de esta actividad son numerosos: refuerza el sistema inmunológico, reduce la ansiedad, se liberan endorfinas y otros neurotransmisores que generan placer y mejoran la comunicación. "Si prestás atención, muchas veces los dibujos muestran situaciones que están viviendo los mismos chicos. Y los más grandes, que ya saben escribir, también expresan lo que les pasa a través de la escritura. Me acuerdo de un chico que escribió: «No le temo a la muerte porque sé que el cielo es celeste». Y otro que puso: «Si ves a la muerte, no le tengas miedo es parte de la vida». Aprendés mucho de ellos", dice Rubio.
Ángel, de 5 años, camina con la ayuda de un andador como consecuencia de las lesiones que le dejó un accidente de tránsito.
"Le iban a amputar la pierna, pero por suerte los médicos se la salvaron. Ángel es un ejemplo para mí, fue progresando gracias a la fuerza que tiene y a su voluntad", dice su mamá, y agrega: "Cuando él se aburre y yo no me siento con ganas de jugar, por suerte están los voluntarios de CHAP".
Pedro Ortiz, presidente de la organización, señala: "Los padres se acercan y nos agradecen. Intentamos que sus hijos relacionen el hecho de venir al hospital con un lugar agradable, un espacio alegre y con color, y no con un lugar de dolor o enfermedad. Disfrutamos al comprobar la capacidad de transformación que tiene el arte y su poder curativo".
Quienes quieran colaborar con la donación de témperas y hojas canson de color pueden escribir a ongchap@gmail.com . Para conocer otras formas de ayudar, contactarse al (011) 15-5564-5651.
Fuente: lanacion.com
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