El informe de UNICEF sobre la infancia en España nos acaba de despertar a una realidad que no esperábamos: por primera vez los niños son el colectivo más pobre en España. Hay 205.000 niños más que hace dos años que viven en hogares con unos ingresos inferiores al 60% de la media nacional.
Y en total, la cuarta parte de los niños españoles –más de 2.200.000 niños – vive por debajo del umbral de la pobreza. Eso no significa que pasan hambre, pero sí que arrastran una alimentación deficiente y que tienen problemas de convivencia y dificultades en las relaciones con sus padres. Desde los años 80, la pobreza infantil no ha dejado de aumentar también en los países enriquecidos: así sucede en 11 de los 15 países de la OCDE.
Si esto sucede en un país considerado rico, ¿qué no pasará en el conjunto de la población mundial? El verdadero significado del bienestar y de los riesgos de la infancia en España no se puede entender sin incardinarlo en la situación de la infancia en el mundo. Fernando Vidal resume algunos datos generales de esa situación: más de un tercio de los niños carece de vivienda adecuada; un quinto de ellos no accede a agua potable; uno de cada siete menores no tiene servicios básicos de salud. El 16% de la infancia mundial no se alimenta suficientemente, el 13% nunca ha ido a una escuela, un tercio no vive en lugares con saneamiento básico. En total carecen de alguno de estos derechos básicos mil millones de niños.
De los 3,6 millones de víctimas que desde 1990 han causado los conflictos, el 45% eran niños. En la década de los 90 del pasado siglo, 20 millones de niños tuvieron que exiliarse de sus hogares como refugiados por causa de conflictos o genocidios.
Uno de cada seis niños que nacen en países empobrecidos muere antes de los cinco años (en los países enriquecidos es, de media, uno cada 167). Dos millones fallecen anualmente por carecer de vacunas contra las enfermedades más básicas. El hambre ocasiona la mitad de esas muertes.
Casi dos tercios de las muertes infantiles en países empobrecidos se deben a infecciones respiratorias, diarrea, sarampión o paludismo. Más de 300 millones de niños y niñas en los países en desarrollo carecen de información y no tienen acceso a la televisión, la radio, el teléfono o los periódicos. La explotación sexual afecta anualmente a 2 millones de menores y 1,2 millones son víctimas de tráfico comercial. El informe de UNICEF sobre el Estado mundial de la infancia 2012 se centra en los niños y niñas en un mundo urbano, donde vive la mitad de la población mundial, incluidos más de mil millones de niños. Y resume la situación así:
"Muchos niños disfrutan de las ventajas que ofrece la vida urbana, como la educación, los servicios médicos y las instalaciones recreativas. Sin embargo, son innumerables los que carecen de servicios esenciales como electricidad, agua salubre y atención de la salud, a pesar de tenerlos cerca. En lugar de asistir a la escuela, un inmenso número de niños y niñas se ven obligados a trabajar en condiciones de peligro y explotación”.
A pesar de que hace 200 años los abolicionistas del siglo XIX lograron que se promulgara una legislación que permitió poner fin a la trata transatlántica de esclavos, la esclavitud afecta a millones de niños: venta, prostitución, pornografía, trabajo, turismo sexual, utilización de niños en fuerzas armadas, explotación de trabajadores migratorios, adopción ilegal, trata de personas, tráfico de órganos humanos. Los trasplantes de órganos constituyen una nueva esperanza de vida para cientos de miles de personas enfermas... y un lucrativo negocio para unos pocos, como lo recuerda el director de la ONG Página de la vida (proyectopv.org).
UNICEF denunciaba a finales de siglo pasado la existencia de al menos 250 millones de niños entre los cinco y catorce años que se veían obligados a trabajar en condiciones extremas, de infrahumanidad, de explotación, de miseria y de esclavitud: 152,5 millones en Asia; 80 en África; 17,5 en Iberoamérica y 0,5 en Oceanía. Esta realidad de explotación infantil no es exclusiva de los países en desarrollo.
Los propios niños acceden a estas atrocidades debido a su mala situación social, a la carestía de alimentos y a su paupérrima economía. Como en siglos pasados, esta esclavitud satisface la mercadería más cruel.
Fuente: adital.com.br
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