Fue uno de los resultados del Proyecto Arcal RLA/1/10, en el que participaron doce países de América Latina. En la Argentina, se llevó a cabo a través de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
El Programa ARCAL (Acuerdo Regional de Cooperación para la Promoción de la Ciencia y Tecnología Nucleares en América Latina) nació en el año 1980 con el objetivo principal es fomentar el uso de diversas técnicas nucleares y sus aplicaciones con fines pacíficos.
Uno de los proyectos que finalizó recientemente -el RLA/1/010-, tuvo por finalidad el estudio de la contaminación superficial de los ríos con metales pesados. "Este proyecto tenía como base el intercambio de conocimientos sobre el tema de la contaminación de aguas con metales, porque es un problema común que afecta a todos países participantes", afirmó la doctora Paula Sánchez Proaño, de la Gerencia de Química de la CNEA y, a la vez, investigadora del proyecto.
Pero para que este intercambio internacional de conocimientos fuera posible, era necesario "hablar un lenguaje común", aseguró Sánchez Proaño. Y este lenguaje común implicaba la necesidad de poder mostrar y comparar resultados, ya que "siempre aparece la duda acerca de si se mide de la misma manera; si la muestra se toma con los mismos recaudos; si se tiene el mismo protocolo o si se aplicaron los mismos cálculos. Entonces, tratamos de armonizar todo esto y generar protocolos desde el momento en que se sale al campo, en la toma de las muestras de agua y de suelo, y luego en los análisis. Es decir, lograr que todo el procedimiento y las mediciones que se hagan en campo y en laboratorio se realizaran siguiendo la misma metodología", explicó.
Sobre estas premisas, se editaron tres manuales de protocolos y se unificaron todos los parámetros de medición. También se estableció un Índice de Calidad de Agua, una escala de 0 a 100 -que califica entre la peor y mejor agua-, y se generó una base de datos ambiental para poder volcar toda la información obtenida.
Según Paula Sánchez Proaño, "la calidad del agua se puede medir de distintas maneras, ya que existen diversos parámetros para establecer si un cuerpo de agua está contaminado o no". La investigadora de la CNEA explicó que para medir la calidad del agua se tomó como parámetro la presencia de seis metales presentes en todos los ríos de la región y -a la vez- muy tóxicos. Estos son: cadmio, cobre, cromo, plomo, mercurio y arsénico.
Aunque aclaró que "en muy baja cantidad, algunos metales están presenten en forma natural en los cuerpos de agua, y hasta son necesarios como nutrientes para los microorganismos y los seres acuáticos, como son el cobre, el cinc y el manganeso. Pero en cantidades grandes, especialmente el cadmio, el cromo y el mercurio, son muy tóxicos".
En Argentina, en el marco del proyecto ARCAL, los investigadores analizaron la cuenca media del Río Reconquista, el segundo río más contaminado del país después del Matanza-Riachuelo. Allí se hicieron todas las mediciones mencionadas anteriormente y se aplicaron los índices de calidad de agua. "Este es un río que nace, en su cuenca media, en el dique Ingeniero Roggero, una zona no muy urbanizada ni de muchas industrias. Ahí el nivel de contaminación es malo. Pero, a medida que va avanzando sobre los partidos más poblados y más industrializados, la calidad del agua del Reconquista se va deteriorando. Muchos de los contaminantes que encontramos allí son cloacales y de industrias que están volcando sus desechos directamente al río", aseguró Sánchez Proaño.
Además de las mediciones elementales de ph, temperatura y oxigeno disuelto (parámetro con el que se evalúa la vida en el curso de agua), también se midieron coliformes fecales y coliformes totales, y los sólidos disueltos en agua. Finalmente, se hicieron mediciones más complejas, se tomaron muestras de agua y se las analizó en el laboratorio.
Otro de los objetivos del proyecto fue introducir "trazadores" como método de medición. "Un trazador es algo que se coloca en el agua y, al ver cómo se mueve, podemos saber cómo se mueve el agua, lo cual es importante porque en su movimiento el agua lleva todos los contaminantes de un punto a otro", explicó Sánchez Proaño.
"Por ejemplo, sabiendo como se mueve el agua de un río -continuó- podemos saber si una empresa vuelca residuos, hasta dónde ese vuelco va a afectar al curso. Entonces, no solamente es importante ver la contaminación que tiene el agua en lugares puntuales, sino que es fundamental conocer cómo se mueve y cómo interactúan los contaminantes con el sedimento que está debajo".
Para aclarar más la cuestión, Sánchez Proaño ejemplificó con un problema habitual. "Si un cuerpo de agua está contaminado, pero ese contaminante precipita y se va al lecho, ahí el contaminante ya no se mueve con el agua, sino que queda fijo y se acumula en el lecho del río. Entonces, en el momento de tomar la decisión de sanear el río, hay que tener en cuenta que cualquier movimiento que se haga con el sedimento, se corre el riesgo de expandir aún más la contaminación. Por eso a veces, ante la discusión de dragar o no un río, hay que considerar que si el lecho está contaminado, al dragar lo que está depositado ahí, también se levanta y se remueve todo".
Así, los trazadores permiten determinar un modelo de transporte de contaminantes. Estos sirven para "si hay un vuelco en un lugar puntual, saber cómo va a afectar eso al resto del curso de agua. O si hay una inundación, y los niveles de agua crecen más de lo normal, conocer qué pasa con los contaminantes que hay en el lecho del río. O si, por el contrario, qué sucede si hay una sequía", planteó la investigadora para esquematizar la función que cumplen estos modelos de transporte de contaminantes. "Todo lo que podría pasar se puede analizar a través de un modelo que predice el comportamiento del río", agregó.
Actualmente, toda la información recabada en estos análisis está siendo procesada en forma conjunta con los municipios de la zona en un proyecto de recuperación de las márgenes del Río Reconquista. Por otra parte, los protocolos e índices de medición que surgieron como resultado del proyecto, se están utilizando para medir la calidad del agua en ríos de la provincia de Córdoba, en el embalse de Río Hondo (Santiago del Estero) y, próximamente, en el Río Luján.
Fuente: sinmordaza.com
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