Los fármacos que se usan para tratar el mal de Chagas, una parasitosis endémica que corroe el organismo de alrededor de dos millones de personas y a la que están expuestas unos siete millones, datan de 1965 y 1971.
Pero si el acuerdo que ayer firmaron la presidenta del Conicet, Marta Rovira; el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao; el embajador de Francia, Jean-Pierre Asvazadourian, y el director médico de la compañía Sanofi, Cristian von Schulz-Hausmann, arroja los resultados esperados, tal vez deje de considerarse una enfermedad "olvidada": en el documento, Sanofi se compromete a ceder gratuitamente a investigadores del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR) 300 moléculas de su colección para que evalúen su potencial aplicación en una terapia contra el Tripanosoma cruzi , el microorganismo que la produce.
"Fueron elegidas porque son estructuralmente similares a otras que nosotros estudiamos en nuestro laboratorio y en las que descubrimos una potencial aplicación clínica porque son tóxicas para el parásito que genera el Chagas -explicó el doctor Antonio Uttaro, del IBR-. Para obtener productos quimioterapéuticos, uno puede optar por distintas estrategias: una es diseñar una droga específica para un blanco identificado; otra, probar un gran número de drogas, incluso de estructura y de blanco desconocidos, y seleccionar las más efectivas. Nosotros estamos haciendo algo intermedio, que es preseleccionar de un banco de drogas las que ya han sido efectivas sobre un blanco. Es lo que creemos que puede funcionar más rápidamente para identificar posibles análogos de las que ya estamos usando y que pueden tener mayor efecto tóxico sobre el parásito."
Seleccionar estas 300 moléculas entre las millones que componen el banco de Sanofi fue un arduo trabajo, tanto del doctor Uttaro como del equipo de investigación en Francia. "Analizaron su estructura química y su capacidad para actuar sobre una proteína del parásito sin la cual no puede sobrevivir -detalló Von Schulz-Hausmann-. Lo que se busca es que afecten al patógeno y no al ser humano. Empezamos con estas 300 pero podrían ser más, si éstas no fueran efectivas." Además de las drogas, Sanofi también hizo un aporte en equipamiento para acelerar el proceso en el laboratorio.
Experiencia emblemática
De aquí en más, los científicos deberán montar un área de esterilidad en la que se pueda multiplicar el parásito sin riesgo de contaminación o para el operador, y ensayar cada una de esas sustancias sobre un cultivo celular del microorganismo. "Se determina la concentración efectiva que lo mataría y se evalúa la efectividad de la droga en comparación con las que ya tenemos -dijo Ungaro-. Siempre es necesario bajar todo lo posible esa concentración antes de pasar a un ensayo en humanos para evitar que sea tóxica."
Simultáneamente, investigadores del Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (Ingebi) están desarrollando (y transfiriendo a representantes de institutos de salud de toda América) un método de diagnóstico molecular indispensable para validar los ensayos clínicos con las nuevas drogas. "El Chagas tiene la complejidad de que hasta ahora lo único que sirve para saber si los pacientes están curados o no son los estudios inmunológicos -dijo Alejandro Schijman, del Ingebi-. El problema es que después del tratamiento tardan entre 10 y 20 años en negativizar su serología. Y ninguna empresa está interesada en seguir un fármaco ese tiempo para ver si funciona o no. Estamos desarrollando un kit para medir la presencia de ADN específico del parásito en sangre periférica de los pacientes."
"Para una compañía tiene sentido hacer inversión cuando se redujo el nivel de incertidumbre tecnológica -afirmó Barañao-. El Estado invirtió en la etapa de mayor riesgo, que es la que permitió descubrir un blanco para un posible fármaco, ahora hay que encontrar posibles drogas, y después probarlas en animales y humanos. Queremos posicionar a la Argentina como un país de innovación, con recursos humanos altamente capacitados, con desarrollos en áreas del conocimiento potencialmente aplicables por compañías estatales o privadas que se asocian para convertir ese descubrimiento en una innovación productiva. Un lugar donde venir a buscar talento y capital intelectual. Y en ese sentido, esperamos que éste sea un acuerdo emblemático."
La experiencia internacional indica que aproximadamente uno de cada 3000 compuestos que tienen actividad in vitro puede llegar a convertirse en un fármaco que se aplique en seres humanos. Si esta experiencia fructifica, el resultado será propiedad del gobierno argentino y de Sanofi. "La Argentina tiene una excelente base de científicos -concluyó Von Schulz-Hausmann-. Nuestro rol es fundamental para concretar sus investigaciones en un comprimido."
Fuente: lanacion.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario