En un mundo cuyas tecnologías permiten una distribución equitativa de los alimentos, las funestas políticas aplicadas siguen permitiendo que el drama del hambre prosiga implacable.
Duele, y mucho, ver, más a menudo de lo deseable, las “fotos de familia” -con sonrisa de oreja a oreja- de los responsables de los Estados cuando se reúnen para tratar temas de “suma importancia”. La foto parecería indicar que estamos viviendo en el mejor de los mundos. Todos contentos. Todos satisfechos. Como si estuviéramos en el séptimo cielo. Quizás ellos sí lo estén, o posiblemente en la séptima nube.
La diaria realidad nos indica que estamos muy próximos al infierno. Con sobresaltos y mucho miedo se ha ido intentando paliar la crisis financiera de 2008. Pero aparecieron otras en otros países y por los mismos motivos. Ahora casi toda Europa y los mismos EEUU están próximos a caer nuevamente, con el agravante de la cesación de pagos.
Hasta aquí, alguno podría decir: “Es problema de ellos; que se arreglen”. Pero, claro, en la actual economía de acopio de bienes y de lucro desenfrenado propiciados por los países “desarrollados y adelantados”, los platos rotos los terminan pagando las poblaciones más pobres. Como siempre fue y ¿cómo siempre será?
Lo anterior vale para poner en contexto las valientes y escalofriantes declaraciones que, no hace mucho, diera a conocer Jean Zigler, relator especial de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación.
Permítanme, antes, un breve paréntesis para especificar que lo que pondrá Jean Zigler ante nuestros ojos y nuestros corazones, es toda una malvada política antihumana urdida desde los años ‘50 desde los EEUU. El puntapié inicial lo dio John D. Rockefeller III y su Fundación, luego apretó el acelerador el secretario de Estado Henry Kissinger, en el gobierno de Nixon y la frutilla del postre la colocó Robert McNamara, presidente del Banco Mundial.
Para ellos la tesis es simple, práctica y demoníaca: a fin de poder seguir acopiando y lucrando “es necesario” que “no todos” los países puedan acceder a un nivel digno de vida y de consumo, porque esto “repartiría más la torta” y ya no sería posible juntar el dinero a paladas. ¿Cuál, creen ustedes, fue el continente elegido para la masacre y el martirio? Sí. África. Con las continuas guerras y las terribles hambrunas, África debe volver a ser “colonia de explotación” para la "supervivencia de los “países importantes”.
Escuchemos a Zigler: “La tragedia que se está gestando ahora mismo en Somalia, en Kenia en Etiopía oriental, no es sino la imagen de la matanza cotidiana que atenaza a millones de seres humanos por todo el mundo. En Asia, en América Latina, en África, en el Caribe y en otros lugares del mundo. Cada día, 100 mil personas mueren de hambre o por sus consecuencias inmediatas. Cada cinco segundos, el pasado año, murió de hambre un niño de menos de 10 años. Y 856 millones de personas, -uno de cada 6 de los habitantes del planeta- viven grave y permanentemente desnutridas.
Sin embargo, el propio informe mundial sobre alimentos de la FAO, que nos facilita esas cifras (sin que nadie las cuestione), asegura que la agricultura mundial, con el actual desarrollo de sus fuerzas de producción podría alimentar sin problemas, es decir, con 2.700 calorías por día y adulto, a 12 mil millones de seres humanos, es decir, prácticamente el doble de la humanidad actual”.
Y continúa: "En otras palabras: no hay fatalidad alguna. Un niño que muere de hambre es asesinado. El orden del mundo, tal como está en la actualidad, no sólo es mortífero sino también absurdo, ya que mata sin necesidad. En Nigeria, el 25% -una cuarta parte de los niños menores de 5 años- están grave y permanentemente desnutridos. Miles y miles de niños nigerianos mueren”.
Nadie puede decir que no lo sepa, gracias a la TV y a la prensa. El mundo está unificado en la información pero, al mismo tiempo, existen ideologías mentirosas, pero muy poderosas, como por ejemplo el neoliberalismo.
Hoy en día, el neoliberalismo supone la legitimación del gran capital financiero internacional y desgraciadamente, de muchos gobiernos poderosos del mundo. El neoliberalismo pretende que la economía funcione según unas leyes naturales. Hay una mano invisible que es el mercado mundial. No se puede hacer nada en contra de esa mano invisible. Se afirma que las leyes de la economía son leyes como las de astronomía, leyes naturales que no se pueden cambiar…
Aquí pone el dedo en la llaga: “¿Cómo se establece el precio de los alimentos en el mundo? Lo fija el Comodities Stock de Chicago. La bolsa de las materias primas agrícolas de Chicago, conforme a las técnicas bursátiles, según los criterios del capitalismo financiero de la bolsa, con contratos a término, con especulaciones, etc.
Hay siete grandes bancos que prácticamente dominan el comercio mundial del trigo, de los cereales, del arroz, de los alimentos del mundo... La gente muere de hambre, por culpa de las cotizaciones bursátiles, por eso los precios de la alimentación deberían negociarse contractualmente entre los Estados.
Es indispensable romper el sistema de la Bolsa. La Bolsa no puede fijar el precio de los alimentos. Los alimentos no son una mercancía, como cualquier otra. Un saco de arroz no es una mercancía como un coche, como un mueble, como cualquier otro bien producido por los hombres, ya que los alimentos garantizan la supervivencia de los seres humanos”.
Datos que configuran un crimen de lesa humanidad: En el pasado año, las 500 sociedades transcontinentales privadas más importantes del mundo, controlaron el 54% del producto mundial bruto, es decir, de todas las riquezas, capitales, mercancías, servicios, patentes, etc., producidas en el mundo durante el año.
Eso supone una refeudalización del planeta, un monopolio sobre las inmensas riquezas que existen en este planeta, porque hay que seguir repitiéndolo: el año pasado, millones de personas murieron de hambre o debido a sus consecuencias inmediatas, en un planeta que rebosa de riquezas.
Ello, a causa de la monopolización extrema de esas riquezas, por parte de sociedades privadas multinacionales que tienen como única estrategia el máximo beneficio, que no tienen ninguna estrategia de responsabilidad social, de redistribución, porque ése no es su problema y que son mucho más poderosas que la mayoría de los Estados.
Estos nuevos señores feudales son los primeros responsables de la destrucción masiva de millones y millones de seres humanos, por culpa del hambre, de la desnutrición, del agua contaminada y de las epidemias...”.
Para las personas de buena voluntad y para quienes practicamos una fe religiosa es imposible permanecer ajenos o distraídos ante este genocidio. Por lo menos denunciémoslo y hagámoslo conocer. Y miremos, también, lo que está ocurriendo en nuestra Patria. Producimos alimentos para 300 millones de personas, mientras en nuestro Norte argentino, cada día, mueren 5 niños a causa de la desnutrición o malas condiciones de vida.
Fuente: losandes.com.ar
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