Pasados los festejos de un nuevo aniversario de la patria post bicentenario, nos mueve a la reflexión el mismo hecho fundacional acerca de qué país le dejaremos nosotros a nuestra posteridad para los festejos del 2110, sin que ello signifique en absoluto una utopía.
Pues bien, desde allí esbozaré una seria de ideas que no están determinadas por las diferentes tendencias políticas y sólo apuntarán al bien común.1 Tenemos un país con una humanidad desde siempre admirable, donde la solidaridad se exterioriza visceralmente. Es conocido por todos lo que esto significa, pues la Argentina ha mantenido siempre sus puertas abiertas para todos los hombres de buena voluntad que han venido a habitar nuestro suelo, sin distingo de credo, raza o situación económico-social, tanto en las inmigraciones europeas, cuanto en las latinoamericanas de las últimas décadas. Además el siglo pasado hizo que nuestra solidaridad trasvasara nuestras fronteras y lleváramos nuestros alimentos a una Inglaterra sitiada en la Segunda Guerra Mundial y a la postre a una España aislada después de 1945 por la imputada vinculación con el fascismo. Por cierto, no hemos sido debidamente correspondidos, pero ello en nada cambió nuestra modalidad de ser.
2 Tenemos un país que en su centenario logró exhibir una instrucción de primer nivel. Ella se vino deteriorando por la pérdida de la integridad familiar, por la aparición de un individualismo egoísta y gregario, donde los más jóvenes no tienen modelos de referencia y, los que surgen de los medios mediáticos, son lamentables en cuanto carecen de serios valores éticos y morales. Hoy asistimos a dramas impensados donde las madres solicitan desesperadas la detención de sus hijos por su adicción a las drogas y los consecuentes delitos que cometen para obtenerlas; muchos ancianos son dejados librados a su suerte, privándoselos incluso del afecto familiar, etcétera. Es imperativo que recuperemos el ancestral sentimiento de "pertenencia", donde todos nos sintamos partes del resto de nuestros semejantes.
3 Tenemos un país con una educación que fue respetable. Se necesita volver a ella brindándoles a los docentes el grado de relevancia social que se merecen. Al debilitarse la instrucción familiar y social del individuo, la escuela es el último eslabón para revertir ese estado de situación. La excelencia es la meta, puesto que con los sentimientos y conocimientos de una enseñanza integradora, no sólo se estará formando al ciudadano, sino también al futuro trabajador con un oficio intelectual o manual calificado que Argentina necesita para instalarse en un mundo cada vez más competitivo.
4 Tenemos un país con una cultura que fue ponderable. Por fortuna, desde nuestra independencia, seguimos contando con una generación prolífica de escritores, desde Esteban Echeverría y José Hernández, pasando por Ingenieros, Alfonsina Storni, Borges, Cortázar, Sábato, hoy brillan miles como Beatriz Sarlo, César Aira, José Saer y muchos más. No menos importantes lo son los pintores, escultores, bailarines, periodistas, etcétera. Ello nos mueve a superarnos. Tanto desde el Estado cuanto desde el sector privado se debería valorar e impulsar a los artistas más allá del simple cálculo económico.
5 Tenemos un país con una ponderable riqueza natural. Ella merece el mejor de nuestros cuidados frente a un calentamiento global que está afectando seriamente a la naturaleza. La legislación debe proteger de modo decisivo los recursos escasos para el futuro como lo son el agua, especialmente de los glaciares y los ríos, los bosques, el gas, el petróleo, la fertilidad y sustentabilidad de los suelos, etcétera.
6 No tenemos un buen sistema de salud para todos los argentinos. Lo cual es paradojal, puesto que contamos con los mejores médicos de Sudamérica, altamente valorados en el exterior. Por lo general, no es suficiente lo que perciben los profesionales del arte de curar, por ello se ven precisados a atender un excesivo número de pacientes, lo que va en desmedro del paciente y del médico, que no puede cumplir así su apostolado. Es necesaria una política de salud que contemple como eslabones esenciales al paciente y al profesional médico; éste último debe ser asistido con créditos accesibles para obtener su vivienda, su medio de locomoción, sus materiales de trabajo y su actualización intelectual.
7 No tenemos en general ansias de superación. Pareciera ser que estamos en una meseta, similar a la mediocridad sociolaboral que se describe en la serie "Los Simpson", donde es poco importante hacer bien el trabajo, por simple que sea, siendo preponderante el ocio, la cerveza y la superficialidad. Ya sea en la actividad pública como en la privada, en la tarea de un gran científico como en la de un simple barrendero, deberíamos insuflar el ánimo de que todo importa, de que todo engrandece a la Nación, que nunca será suficiente lo que intentemos por mejorar nuestro estándar de vida, siendo nuestro único límite natural la muerte.
8 No tenemos seguridad física. Todos los valores citados precedentemente fueron determinantes para aquella Argentina segura, sin rejas, digna de ser vivida. La desaparición de los "códigos" no escritos de la convivencia social fueron degradados por la generalizada adicción a las drogas, al alcohol y a la violencia cotidiana. La solución es el gran desafío actual para todos los sectores de nuestra sociedad, esto no lo resuelve únicamente un gobierno. Por cierto, no es un dato menor la insuficiencia del sistema penitenciario, el cual no logra eficientemente la recuperación del delincuente. Entre las medidas urgentes, dado que es un deber primordial del Estado el cumplir con la manda constitucional del artículo 18, no se debe permitir más el hacinamiento de reclusos en comisarías. Ello redundará en beneficio del reo y también de los vecinos, los cuales contaremos con más efectivos en las calles, para la prevención del delito.
9 No tenemos seguridad jurídica. Las casi actuales 27.000 leyes nacionales, millares de resoluciones, ordenanzas, etcétera, provinciales y municipales, sumadas a la inflación tribunalicia de expedientes sin resolver, dan cuenta de un sistema judicial que debe ser mejorado. Sabido es que Napoleón valoró más su Código Civil como legado para Francia que todas las batallas que ganó. Nuestro Congreso nacional y las legislaturas provinciales debieran abocarse a la tarea de ordenar adecuadamente y por materia las leyes vigentes, compilándolas en modernos y ágiles códigos. Esto permitirá sentar las bases de leyes que perdurarán en el tiempo, con disposiciones claras, de modo tal que aquellos compatriotas o extranjeros que quieran invertir a largo plazo sepan de antemano a qué atenerse.
10 Políticamente nunca fuimos un país unido. Nuestra patria dio a luz políticamente dividida entre partidarios de Moreno o de Saavedra, luego unitarios o federales, oligarcas o proletarios, conservadores o liberales, radicales o peronistas, kirchneristas o antikirchneristas, dentro de estos extremos aparecen las tendencias de derecha o de izquierda. Todas estas divisiones, llevadas al extremo, sólo han representado y siguen representando frustraciones y atraso para todos los argentinos, alejándonos cada vez más de nuestro común ideal de progreso. En verdad, en nuestro país no debería existir un hombre o mujer que no sea progresista, es decir, que no luche por el progreso, que no goce por sus realizaciones intelectuales, sociales y económicas.
Concluyendo, creo que todos los habitantes de nuestro país, para que éste sea lo que fue y que hoy puede ser aún mejor, deberíamos seguir el célebre pensamiento que se le atribuye a Bertold Brecht: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Están los que luchan muchos años y son muy buenos. Pero están los que luchan toda la vida: esos son imprescindibles".
(*) Doctor en Derecho y Ciencias Sociales
Fuente: lacapital.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario