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por Jay Alabaster
SENDAI, Japón.- En medio de ese paisaje de escombros y desolación, la mujer buscó con la mirada el terreno donde estaba...
la casa recién construida de su hijo, que fue barrida por el tsunami, pero la destrucción es tal que no logró estar segura de dónde se encontraba.
Sataki Yusawa primero se quebró, pero se recompuso de inmediato. Porque esta viuda de 69 años tiene motivos para estar agradecida: su hijo y su familia no estaban en su hogar cuando las gigantescas olas barrieron autos, barcos y casas a lo largo de la costa de Sendai, como detritos posados sobre la lava.
Pero su hijo se había endeudado fuertemente para construir esa casa y acababa de mudarse tan sólo el mes pasado.
"Así es la vida", dijo Yusawa.
Nadie sabe todavía con certeza cuánta gente murió en el desastre. La policía encontró entre 200 y 300 cuerpos en las playas cercanas a Sendai, pero todavía seguían evaluando los daños en ese puerto de un millón de habitantes del nordeste de Japón. La cifra oficial de muertos se detuvo alrededor de 900, pero el gobierno afirma que el número total podría superar ampliamente las 1800 víctimas.
Y aquellos que sobrevivieron tuvieron ante sus ojos el espectáculo más desolador. En Sendai, sobrevivientes cubiertos de barro deambulaban por calles repletas de árboles arrancados de raíz y casas arrasadas desde los cimientos, junto con pequeñas reliquias de vidas destrozadas: una silla de escritorio, un recipiente térmico para cerveza. La electricidad y los teléfonos siguen cortados, mientras los rescatistas navegaban por las aguas barrosas entre edificios inundados. La columna de humo de -por lo menos- un gran incendio se elevaba en el horizonte.
Ese es el panorama cuando la Tierra tiembla, avanza el agua y estallan los incendios: la vida se interrumpe y queda circunscripta durante horas a la más básica supervivencia. Las comodidades que en una de las sociedades más avanzadas del mundo se daban por sentadas son reducidas a meras esperanzas para el futuro.
Cuando llegó el terremoto, haciendo temblar la Tierra con una fuerza inusitada durante más de dos pavorosos minutos, Yusawa estaba tomando el té en casa de una amiga. "Intentábamos desesperadamente mantener los muebles en pie", contó.
El negocio de Wakio, a unos cinco kilómetros de la costa, ya abrió nuevamente sus puertas al público, pero no tiene electricidad y los pisos están cubiertos de los restos y la suciedad dejados por el tsunami.
Muchos habitantes de Sendai pasaron la primera noche a la intemperie, imposibilitados de regresar a sus hogares dañados o destruidos por el terremoto. Algunos vecinos y comerciantes les acercaron ayuda. En un negocio de productos electrónicos, los empleados distribuían pilas, linternas y cargadores de celular. Varias docenas de personas esperaban pacientemente haciendo fila en el exterior del local.
Desde lejos, el negocio parecía haber sobrevivido intacto a la tragedia. Pero al mirar más de cerca, se veían los vidrios rotos y las rajaduras en los muros. En el interior, todo era un caos. El cielo raso del segundo piso había colapsado y había pantallas de televisión y otros productos hechos pedazos entre las góndolas.
"Temblaba todo tanto que no podíamos mantenernos de pie", dijo Hiroyuki Kamada, que se encontraba trabajando en el local cuando ocurrió el primer temblor.
El tsunami golpeó la zona portuaria de la ciudad y luego arrasó la ruta de acceso, arrastrando consigo gigantescos contenedores metálicos de carga hasta dos kilómetros tierra adentro, destrozando todo lo que se interponía en su camino.
Cientos de autos y camiones quedaron desparramados por toda la zona: sobre el techo de edificios, incrustados en huecos de escaleras, parados sobre sus narices o tumbados unos contra otros.
La mayoría de los barcos que se encontraban en el puerto lograron escapar mar adentro antes de que el tsunami golpeara la costa, pero un enorme buque coreano fue barrido contra los muelles.
La vendedora de telefonía celular Naomi Ishizawa, de 24 años, trabajaba cuando se produjo el terremoto. Dice que demoró toda la tarde en llegar hasta su casa cerca de Sendai para cerciorarse de que sus padres estaban bien. La casa todavía se mantenía en pie, pero las paredes de uno de los cuartos y del baño habían cedido, y todo estaba cubierto de escombros. Y con todo, tuvo suerte. El tsunami se había detenido muy cerca de su vivienda; otras casas del mismo barrio quedaron completamente destruidas.
Al igual que mucha gente en todo el nordeste de Japón, Ishizawa no tenía noticias del resto de sus familiares y estaba muy preocupada. "Mi tío y su familia viven cerca de la costa, en una zona donde hubo muchísimos muertos", dijo. "Todavía no pudimos comunicarnos con ellos."
Fuente: lanacion.com.ar
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