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Por Berto González Montaner
Lo que explotó en Villa Soldati era previsible. Más allá de quién encendió la mecha, el...
polvorín existía. Las tomas de terrenos no son novedad: según los urbanistas se repiten semana a semana a lo largo y ancho del país. Hasta hay un axioma que persigue como espada de Damocles a secretarios de planeamiento: terreno vacío, terreno que se ocupa. Hasta hace poco solo se salvaban las canchitas de fútbol. Con la toma del Club Albariños en Villa Lugano, ni eso.
Tampoco es noticia el déficit de vivienda. Se habla de unas 3.000.000 de unidades. Se dice que la gente que vive en villas, asentamientos e inquilinatos en el área metropolitana suma unos 1.300.000 de habitantes, algo así como la población de Córdoba, la segunda ciudad del país según lo que ya arroja el último censo. Para Raúl Fernández Wagner, urbanista de la Universidad General Sarmiento, “Esa es la dimensión del problema, es lo que estalla en estos días”.
Buenos Aires tiene entre viviendas irrecuperables, viviendas con diferentes niveles de precariedad y las hacinadas, más de 100.000 problemas habitacionales. Unos 500.000 pobladores están en problemas. A lo que se suman los sectores medios que no pueden llegar a la vivienda por alquileres altos, o por la falta de capacidad de ahorro y de créditos accesibles.
Pero para el urbanista Marcelo Corti, más allá de la discusión sobre la gestión de vivienda del Gobierno porteño y sobre las políticas migratorias o de seguridad del Gobierno nacional, una de las raíces del problema es el encarecimiento del suelo urbano. Traducción: hay una tremenda dificultad no solo en construirse la casa, sino en llegar al lote propio como se hacía hasta hace unos 20 años.
Según Wagner, lo que encareció los terrenos de la periferia fue la explosión de los barrios cerrados. Esas tierras que eran rurales y económicas empezaron a tener valores urbanos. Por lo tanto, fueron ocupadas por los sectores medios y medios altos que las eligieron en busca de calidad de vida.
Estos barrios ocupan unas 40.000 hectáreas, el doble de lo que cubre la Ciudad. Los sectores populares quedaron en la disyuntiva de irse más lejos, a más horas del trabajo, o volver a la Ciudad, siempre más competitiva en oportunidades de trabajo, equipamientos de educación, de cultura, de salud y de esparcimiento.
El valor de los terrenos subió para todos, también para los desarrolladores. Recientemente Alan Faena, mientras contaba que estaban vendiendo departamentos en Puerto Madero a unos 7.000 dólares el metro cuadrado, aseguraba que el gran problema que enfrentan los desarrolladores es la falta de terrenos y el descomunal incremento de sus precios. No obstante, el sector inmobiliario se las rebusca. Se acaban de lanzar dos megaemprendimientos al estilo Puerto Madero sobre la costa bonaerense. Uno, Nueva Costa Del Plata, está sobre la costa de Avellaneda y Quilmes, donde se construirá una miniciudad con torres y bloques de vivienda y oficinas para el sector ABC1, equipamientos, espacios verdes y hasta una universidad. Las tierras fueron otorgadas a Techint a cambio de hacer los rellenos sanitarios que ocupan la franja entre la autopista y el río. El otro emprendimiento, Al Río, de Ribera Desarrollos –de Carlos De Narváez–, se ubica sobre el vial que están construyendo en Vicente López, al lado de Carrefour y a metros de la General Paz. Allí levantarán un centro comercial abierto, torres de vivienda, oficinas, hotel y un auditorio en una fracción de terreno que en parte proviene de una concesión de terrenos públicos.
Para un sector de urbanistas, el foco de sus preocupaciones pasa por otro lado. Dicen que en la Argentina conviven políticas de vivienda que se pretenden progresistas con políticas del suelo urbano neoliberales. Y reclaman un rol más activo del Estado. Corti propone que el mismo Estado produzca suelo urbano con buenos servicios y bien equipado y lo ponga en el mercado al costo de manera de facilitar el acceso al lote propio a millones de personas. Wagner agrega: “Terrenos hay, pero el tema es disciplinar a los desarrolladores.” Volviendo al caso Soldati, Eduardo Cajide, decano de la Facultad de Arquitectura de la UBA, recuerda que el Plan Urbano Ambiental, la ley marco que fija los rumbos de la Ciudad, promueve la conformación de tejido residencial en los sectores desocupados comprendidos entre Villa Lugano y Villa Soldati y entre Flores Sur y Villa Soldati.
Soldati, Lugano, Retiro, Bernal, por un lado, y los megaproyectos sobre el río, por otro, son mundos distintos; sin embargo coexisten en el área metropolitana y alertan sobre el crecimiento de una ciudad cada vez más fragmentada. Que como señala el urbanista catalán Jordi Borja, “…es socialmente injusta, económicamente despilfarradora, culturalmente decadente, relacionalmente cínica... Y políticamente ingobernable.”
Fuente: clarin.com
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