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martes, 5 de octubre de 2010

La maravilla evitada: el presupuesto participativo

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por Ulises Naranjo

Una de las herramientas más directas, poderosas y democráticas es el llamado presupuesto participativo.
 Tan directa, poderosa y democrática es, que casi no se utiliza. Este instrumento permite, nada menos, que los vecinos puedan decidir en qué se invertirán los dineros públicos. No obstante, no todo es negación; aquí, un ejemplo saludable.


La crisis de la política siempre tiene que ver con la escasa fidelidad entre el representado y el representante. Sucede así: el representado –la comunidad– “siente” que el representante, –el político– lo estafa prometiendo una cosa y haciendo otra.
 
No obstante, si bien lo miramos, las sociedades tienen los políticos que se merecen y la mayor o menor eficacia de una gestión, tiene muchísimo que ver con la comunidad que las genera. O sea: si no hay mejores resultados es más por la falta de participación social en los asuntos políticos, que por las triquiñuelas de los gestores de turno.


Por eso, si aquellos que buscamos son los buenos resultados, la única manera de conseguirlos será con nosotros involucrados en el proceso.

Una de las herramientas mejores para garantizarse resultados, en el ámbito municipal, es la elaboración de presupuestos participativos: ¿Qué es esto? Ni más ni menos que la gente decidiendo qué hacer con los dineros públicos que se recaudan. Conozcamos un poco más esta metodología.

Obras menores

El presupuesto participativo es una herramienta de democracia participativa o de la democracia directa que permite a la ciudadanía incidir o tomar decisiones referentes a los presupuestos públicos, generalmente sobre el presupuesto municipal.

“La primera experiencia de presupuesto participativo se inició en 1989 en la ciudad de Porto Alegre (Río Grande do Sul, Brasil), tras la victoria del Partido dos Trabalhadores en las elecciones municipales. En un contexto de fuertes desigualdades sociales y recursos limitados, el nuevo gobierno no podía hacer frente a todas las necesidades de la población ni dar respuesta a las expectativas creadas entre la población más desfavorecida. Resultaba imprescindible establecer prioridades de acción y, para hacerlo, contó con la sociedad civil fuertemente organizada, dando voz a los movimientos sociales. A través de un sistema asambleario, se creó una estructura que permitiese a los ciudadanos incidir en las decisiones sobre el gasto municipal”, así ilustra Wikipedia sobre este utensilio.

Según parece, la estrategia central de esta iniciativa es promover la justicia social. Se trata, al respecto, de convertir a la comunidad en agentes de decisión: ¿cuánto recauda mi comuna y cómo utiliza ese dinero?; ¿cuáles obras hacemos y cuáles no?; ¿a qué áreas le damos prioridad?; ¿en qué plazos deberán estar concluidas? Estas son algunas de las cuestiones a que ha de atenerse presupuesto verdaderamente participativo.

En Porto Alegre, la medida se centró en la justicia social: empoderar a las comunidades y conseguir “que las necesidades de los más desvalidos, a menudo olvidadas, pasen a primer término mediante la inversión de prioridades. La experiencia continúa en vigor, aunque el cambio de gobierno municipal en 2004 propició modificaciones substanciales en el proceso y sus objetivos”, sigue Wikipedia.

En Argentina, el primer municipio en adoptar un presupuesto participativo fue la ciudad de Rosario en la provincia de Santa Fe. Rosario –que desde hace muchos es manejada por gestiones socialistas– sancionó la ordenanza respectiva en 2002 y el primer presupuesto participativo correspondió al año 2003.

Luego se han sumado otras comunas como San Fernando y Morón (Buenos Aires), Córdoba capital y San Carlos de Bariloche (Río Negro). La idea ha ido creciendo en el país y ya se ha creado la Red Argentina de Presupuestos Participativos que agrupa a los municipios que usan la participación directa.
Fuente: mdzol.com

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