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Los niños y adolescentes deben estudiar y prepararse para ejercer tareas que los liberen de un destino de marginación.
La erradicación del trabajo infantil es un objetivo de alto valor social propuesto por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuyo logro pleno en el orden global se considera viable sólo en el largo plazo.
Las dificultades para concretar una aspiración universal tan digna residen en que el trabajo infantil está ligado a la problemática de la pobreza, ya que muchos chicos lo hacen por razones elementales de supervivencia que no pueden desconocerse, y la mayoría de ellos ayudan a sus familias en el trabajo en el campo, por ello puede decirse que este tema está también unido a costumbres y hábitos tradicionales difíciles de desarraigar.
Gradualmente, sin embargo, se han ido poniendo límites a esa situación en distintas naciones y con cierto grado de éxito. Por ejemplo, en nuestro país, la ley 26.390/08 no autoriza el trabajo de menores de 16 años. Como lo ha manifestado en el curso de una entrevista la doctora Liliana Litterio, ex consultora de la OIT en esta materia, la sanción de esa norma saldó un compromiso asumido 12 años atrás con ese organismo mundial.
Debe entenderse, además, que la erradicación buscada se acompaña de otro interés central: que los niños y adolescentes estudien y se preparen para ejercer mejores tareas en el futuro que los liberen de un destino de marginación seguro.
Con sentido realista, la propuesta de la OIT se ha limitado en el mediano plazo a eliminar las "peores formas del trabajo infantil", según las definen los convenios y las recomendaciones de ese organismo. Entre ellas, se cuentan todas las formas de esclavitud y prácticas análogas; la prostitución y la pornografía; las actividades ilícitas o peligrosas que exponen al menor a abusos físicos, mentales, sexuales, morales.
Algunos datos estadísticos pueden ayudar a comprender las dimensiones del problema. En el primer quinquenio de este siglo se estimaba en 246 millones el número de niños que trabajaban en el mundo, sin que ningún Estado quedara ajeno al problema. Cada año morían 22.000 chicos en accidentes de trabajo; 8,4 millones realizaban tareas en condiciones de esclavitud, sometidos al tráfico de personas, la prostitución, la pornografía y otras actividades ilícitas.
Si bien hay actividades que no caen dentro de "las peores formas" clasificadas por la OIT, es un avance importante desautorizar el trabajo de los menores de 16. En este plano, es menester considerar, como lo ha comentado la doctora Litterio, que la desocupación adulta origina un aumento de la ocupación informal del menor, consecuencia paradójica que obstaculiza el cumplimiento de la ley que, para ser efectiva, demanda la ampliación del control laboral, de manera que las inspecciones puedan llegar adonde sea necesario, sin restricciones. Un control que, junto con el del trabajo esclavo adulto, se sabe bastante difícil de ejercer.
Como conclusión, conviene reiterar que las acciones estatales o privadas tendientes al cumplimiento de los objetivos señalados requieren la alianza de una población sensibilizada y previsora para captar los problemas, y dispuesta a colaborar en logros tan humanitarios y justos.
Fuente: lanacion.com.ar
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