Por Juan Carr, director de Red Solidaria.
Hablar del mundo de lo social en la Argentina y pensar en el Bicentenario me mueve a reflexionar sobre la cultura solidaria de nuestro país. A nosotros todo el tiempo la solidaridad argentina nos deslumbra, nos conmueve.
La movilización que produce un chico que necesita un transplante, la ayuda tras una inundación. Cada vez que los argentinos son convocados para una acción solidaria, desde nuestra Red somos testigos de una verdadera catarata de generosidad.
Por eso creo sinceramente que la solidaridad es una impronta de nuestra gente. En este Bicentenario, es difícil definir cómo es el argentino: si se parece al wichi, al hombre de campo, al porteño, al urbano en general. Pero creo que lo que sí hay es un gen típico argentino y es su verdadera marca solidaria.
En los 200 años de nuestra historia hemos desarrollado una extraordinaria capacidad de dar. Y esto se debe, según mi visión, a dos orígenes principales, en el transcurso de 4 o 5 generaciones. Mi hipótesis es que nuestros pueblos originarios, como los mapuches, los wichis, quechuas, guaraníes, coyas, huartes, todos ellos tuvieron una fuerte vida comunitaria. Me animo a pensar también, en la influencia de los inmigrantes, esas generaciones que fundaron el hospital Francés, el hospital Alemán, el Israelí, las casas de socorros. Generaciones que también se dedicaron a atender a los más desprotegidos y necesitados.
Esa mezcla se solidaridades creo entonces es lo que ha conformado nuestro gen.
Tal vez haya un pequeño porcentaje de población a la que puede no considerarse solidaria, que piensan en ellos mismos. Pero aún sí, esa porción de la sociedad valora a quienes trabajan en lo social. Quienes se preocupan por los pobres, el medio ambiente, la protección de nuestros mayores, todos ellos consiguen prestigio y son reivindicados, generan respeto. Es parte de esa fragancia a solidaridad tan extendida en nuestra sociedad.
A veces -y esto es algo que lo hemos discutido-, se trata de una solidaridad circunstancial, cuando ocurre un evento que nos moviliza, y eso no alcanza. Es una reacción emocional y por eso podríamos preguntarnos si podrá este pueblo dar un paso más en los próximos años y conseguir que esa solidaridad no se produzca sólo en la circunstancia, en la emergencia.
¿Podremos llegar al "homos solidarius"? Nuestro desafío es consolidar esta actitud en una cultura solidaria. Salir de lo espasmódico, para que exista algo permanente cuando la comunicación no está de por medio. Eso es lo que tendría que venir en el futuro de la Argentina.
Pienso también en el mundo de la política. Basta nombrar a Perón o a Yrigoyen para darnos cuenta que ellos tuvieron en su momento de fuerte presencia política una razón social importante, ya sea para enfrentar la opresión o para lograr la justicia social, en momentos difíciles. Y el fenómeno religioso también es importante. Nuestras religiones están muy vinculadas a lo social, han tenido siempre una mirada importante sobre el tema.
Insisto en la búsqueda que debemos emprender. Llevo 30 años de experiencia en el trabajo social y 15 años con la Red, y seguimos preguntándonos cómo lograr que la solidaridad no se agote en lo emocional, en el drama del momento y después volver cada uno a sus cosas. Cómo lograr una preocupación social y una cultura solidaria más permanente.
Nos podemos preguntar también por qué esa dualidad del jefe de familia que lleva a los suyos a trabajar a un comedor escolar, que se esfuerza por los necesitados, y quizás ese mismo día maneja un auto a 150 kilómetros por hora, o sin cinturón de seguridad, sin pensar en la seguridad de los demás y en la suya propia.
Consolidar una cultura de la solidaridad, dejando de lado esa dualidad y promover la integración. Es nuestro desafío para los próximos 100 años.
Fuente: cronista.com
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