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viernes, 19 de febrero de 2010

TODAS LAS OPINIONES SON VALIDAS

Escribe Dra. Rita Sessa

19 de febrero de 2010

Más allá de las opiniones vertidas en “El derecho cerca del Segundo Centenario de la Gesta de Mayo”, hoy nos duele como herida abierta la creciente criminalidad que azota fundamentalmente todo el país, en especial las grandes ciudades.


Delito hubo siempre y en algunos países mucho más que en Argentina, suelen decir algunos.

Es verdad.

Sin embargo hoy aquí no se roba solamente: además se mata, se tortura, se secuestra. Son muchos los casos. Es de todos los días.

Las víctimas no tienen derechos, ni siquiera a esperar protección de los gobernantes.

En tal sentido, pareciera poca la autoridad moral que tienen quienes viven rodeados de escoltas y vigiladores día y noche, para dar peroratas sobre la “sensación” de inseguridad.

Soy una persona que ha vivido otras épocas del país – algunas de triste recuerdo - y hoy observo una situación distinta a la que supe vivir en mi niñez, adolescencia y juventud.

Creo que esta terrible e insoportable realidad de hoy tiene varias causas, sobre las cuales hay que poner atención:

La falta de trabajo, de educación, de vivienda digna y de oportunidades de progreso que tiene mucha gente. A ellos no siempre les llega ayuda, porque se pierde en los meandros de la burocracia y en los bolsillos de algunos “punteros”.
La falta de un Estado que se interese en el tema y cumpla con su deber de cuidar a la población. Con estupor escucho los irritantes planteos que, tanto el poder administrador cuanto el poder que debe legislar y el que debe impartir justicia, hacen sobre el tema de la delincuencia, que son dilatorios y discursistas y no aportan soluciones efectivas.
La falta de mano firme para actuar y juzgar, que no es lo mismo que “mano dura”.
El auge del consumo de drogas y la falta de punición a los que la trafican, lo cual parece echar un manto de sospecha sobre los funcionarios que tienen responsabilidades sobre el tema.
La falta de un servicio policial eficiente y eficaz.
También –me duele reconocerlo– la ausencia del servicio militar obligatorio.

Cuando se dictó la ley 24429, que lo dejaba sin efecto, me alegré.

Como madre, porque se evitaría una conscripción forzosa de jóvenes que podrían ser objeto de tratamiento ominoso (caso del soldado Carrasco), y porque irían a la guerra sólo quienes estaban preparados para ello por su formación ( me dolía el recuerdo de nuestros compatriotas, casi niños, muertos en y por Malvinas).

Como ciudadana, creía sinceramente que eso evitaría el quiebre del orden constitucional, provocado siempre por fuerzas armadas que disponían de equipamiento suficiente y soldados obedientes.

Hoy creo que estaba equivocada. No pude ver la otra cara de la realidad.

La formación militar era una manera de educar al argentino más indigente, de los puntos más remotos del país. Era una forma de ayudarlo con vestimenta y alimento, una manera de socializar para que compartan ejercicios, techo y comida todos los jóvenes ciudadanos, desde el más humilde al más pudiente. Una manera de integrar a todos los compatriotas. Una forma- tal vez- de arrancarlos del circuito del consumo de drogas.

Sobre estas palabras me dirijo –con todo respeto – a quienes tienen la responsabilidad de gobernar, para que analicen todos los factores que propenden a la criminalidad y trabajen para erradicarlos, para que el flagelo que hoy nos duele y nos impide vivir en paz, termine para siempre.
(Fuente:CO.SE.MA.)

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