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domingo, 31 de mayo de 2015

“Estamos en manos de nadie”

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Cinco minutos es lo que se tarda, a lo sumo, en leer este texto. Les pido a los lectores que se los tomen. Son cinco minutos en los que quisiera que acompañen mis reflexiones.
 Soy estudiante de Derecho y tengo 19 años. Soy mujer y, como cualquier mujer, tengo miedo de salir a la calle en los tiempos que corren. Por eso me gustaría que tuvieran en cuenta esta carta: en ella he plasmado los sentimientos de bronca e impotencia de la que actualmente estamos viviendo. Y está dedicada a todos aquellos que justifican el acto de una violación por el simple hecho de “mirá cómo estaba vestida”. 
Aquellos que piensan que la mujer tiene que ser casta y tener dos parejas en su vida (con quien se enamora y es un amor frustrado y con quien se termina casando). A ustedes, los que piensan que la mano dura no sirve, ¿cómo justifican un hecho delictivo? ¿Cómo se atreven a decir que una persona que realiza un abuso, robo, asesinato, debe tener los mismos derechos que una persona que se levanta a las 6 de la mañana para ir a trabajar y que paga sus impuestos? 
Basta con prender la televisión. Siempre veremos no menos de cuatro muertos o dos desaparecidos por semana. Y eso en los casos que se hacen públicos, vaya uno a saber aquéllos otros que no llegan a los medios de comunicación.
Personalmente, siendo mujer, el sentimiento de salir a la calle con miedo es inexplicable. Siempre una tiene que estar atenta a quién te sigue o te mira. Ojo, no salgas con un short y una remera a la calle porque podes alterar a los muchachos. Y encima, claro, “vos los provocaste por salir así vestida”. No sólo el acoso se produce en el acto físico, si no también está el acoso verbal. Yo pienso que ningún hombre se imagina la cantidad de barbaridades que una mujer tiene que escuchar en la calle. Y no vayas a contestar, porque a lo mejor es un “loco” que te persigue 10 cuadras hasta tu casa y quedás en las manos de Dios. 
No sólo hay que tener los sentidos alerta para este tipo de cosas, sino que también tenés que estar alerta a los vagos malvivientes que en vez de ir a laburar piensan en ir a robar. A ellos no les importa si para comprarte el celular tardaste cinco meses en juntar la plata: ellos en minutos te lo roban y chau.
Una piensa, vuelvo de la calle y me siento segura en casa. ¡No! En tu casa tampoco estás segura. Experiencia personal. Un día, dos ladrones entraron a mi casa con la idea de desvalijarla. Por suerte, tuve a una “guerrera” a mi lado, Jazmín Alvarez, que pudo controlar la situación. Los delincuentes lo único que pudieron llevarse fue un BlackBerry y una cadenita. Hasta hubo una balacera en plena calle. Eso sí: escaparon como quien entra y sale de un supermercado.
Pregunto: ¿los que pagamos los impuestos y medianamente tratamos de hacer las cosas bien somos los equivocados y los que viven de los demás son los correctos?
Esto no es más que un descargo, y una mezcla de sentimientos encontrados. Porque si no nos cuidamos entre nosotros, nadie nos va a cuidar. Es feo aceptarlo, pero hoy en día, en la Argentina, estamos en las manos de nadie.
María Victoria Alvarez
victoria.alvarez.maximenco@gmail.com

Con la desprotección en la piel
María Victoria misma nos dice que ha escrito su carta como una “descarga” emocional. Y que tiene “sentimientos encontrados”. Es muy joven. Aún no llega a los 20 años y ya sufre por el miedo metido en sus entrañas. Siente que su fragilidad se agrava por la condición de mujer. Más: cree que muchas veces la Justicia premia a quienes delinquen en detrimento de los ciudadanos honestos. Su carrera de Abogacía la entrenará para discernir acerca del comportamiento de algunos jueces. Mientras tanto, más allá del disenso por alguna frase de su carta, seamos solidarios con su angustia. Esos cinco minutos que nos pide, valen la pena.
Fuente: clarin.com

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