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miércoles, 31 de agosto de 2011

Garantizar la transparencia electoral

LPrint Friendly and PDFas irregularidades que se comprobaron en el escrutinio de las recientes elecciones primarias abiertas terminaron de despejar dudas sobre la conveniencia de instrumentar cuanto antes el sistema de boleta única.
La trascendencia de los comicios del 23 de octubre, en los cuales se elegirá al presidente de la Nación y se renovará el Congreso Nacional, requiere que ese acto tenga un desenlace libre de la más mínima duda.
Los errores en el conteo de las primarias del 14 de agosto y otras denuncias sobre irregularidades en mesas donde no hubo una adecuada fiscalización también dejaron en evidencia la liviandad con que se suelen tratar en nuestro país cuestiones que tienen que ver con la calidad institucional.
En efecto, con sorpresa, asistimos a un debate en el que, para algunos, lo central ya no es la existencia de irregularidades en el acto electoral, innegables a estas alturas, sino que éstas no fueron graves y no influyeron en el resultado final.
El hecho de que el escrutinio definitivo de las primarias, conocido ayer, arrojara una ventaja para la presidenta de la Nación superior a la que difundiera el escrutinio provisional no puede bajo ningún concepto sepultar las denuncias de irregularidades, que deben ser investigadas hasta las últimas consecuencias. Especialmente, luego de que magistrados como el juez federal de La Plata, Manuel Blanco, admitieran la existencia de errores muy grandes, superiores a lo habitual, según sus propias palabras.
El ministro del Interior, Florencio Randazzo había acusado días atrás a la prensa no complaciente de tergiversar los hechos y de faltar a la verdad, al tiempo que había calificado como "chantas y poco serios" a dirigentes de la oposición que denunciaron el problema.
Ayer, durante la conferencia de prensa en la que dio a conocer las cifras del escrutinio, Randazzo volvió a atacar a la prensa, centrándose en periodistas de Clarín y ?La Nacion, a los que elípticamente acusó de faltar a la verdad. Justificó su posición al expresar que "lo que escriben afecta la calidad institucional, generando dudas sobre un sistema absolutamente transparente y fiable" y señaló que "los medios intentaron empañar un acto electoral".
Sus declaraciones resultan tan desafortunadas como peligrosas para la calidad institucional que él dice defender. Según Randazzo, los medios periodísticos "tienen que tratar de informar la verdad con objetividad", pero no tendrían que hacerse eco de las denuncias de dirigentes de la oposición ni de los muchos ciudadanos que durante las elecciones primarias manifestaron que no había boletas de los partidos de su preferencia en el cuarto oscuro.
Detrás de la recriminación a los periodistas, parece haber, simplemente, un intento por controlar y censurar a los hombres de prensa. Como si la victoria electoral diera derecho a silenciar a la oposición y a prohibirle a la prensa difundir los cuestionamientos de quienes no comparten el discurso del oficialismo.
Según la posición de Randazzo, la mala praxis en el escrutinio provisional habría quedado minimizada por el hecho de que no ha cambiado mayormente el resultado electoral. Pero cabe preguntarse qué hubiese ocurrido o qué ocurriría en el futuro, si las diferencias entre la lista ganadora y la segunda más votada resultaran exiguas.
Lo ocurrido el 14 de agosto torna prioritaria la instrumentación de la boleta única por categoría de candidatos, que ya se puso en práctica exitosamente en Santa Fe, como también la necesidad de que las competencias que conserva el Ministerio del Interior sobre el proceso electoral y el funcionamiento de los partidos políticos pasen a la justicia electoral o, mejor aun, a un órgano federal autárquico e independiente del Poder Ejecutivo, como ocurre en otros países.
El de la boleta única no es, por cierto, un sistema infalible. Siempre cabe la posibilidad de que, en una mesa electoral sin fiscales, pueda marcarse otra cruz en la boleta o colocarle una a un voto en blanco. Pero constituiría, sin dudas, un avance, en tanto evitaría que cada agrupación política tenga que estar velando para que sus boletas estén en el cuarto oscuro y no sean robadas. También simplificaría el acto electoral, al no tener que encontrarse el votante en el cuarto oscuro con una infinidad de papeletas capaz de confundir al ciudadano mejor informado.
Mientras varios sectores de la oposición intentan avanzar en el nivel parlamentario hacia la boleta única, como el utilizado recientemente en Santa Fe y Córdoba, distintos voceros del oficialista Frente para la Victoria y el propio ministro Randazzo desestimaron su conveniencia, por entender que no es la solución mágica y que puede poner en riesgo la gobernabilidad si el Poder Ejecutivo no tuviese, también, el control del Congreso. Es una típica visión hegemónica sobre el ejercicio del poder.
Entretanto, resulta muy valorable la campaña de distintas organizaciones no gubernamentales que, además de abogar por la discusión de cambios, entre los que se halla la instrumentación de la boleta única, están reclutando ciudadanos que, voluntariamente, fiscalicen los próximos comicios.
El Gobierno ganó claramente el 14 de agosto. Nadie lo discute y ninguna circunstancia empañará la voluntad mayoritaria.
Pero el foco del problema es otro: la Argentina no puede seguir presa de un sistema electoral anticuado que pocos países emplean y que facilita la comisión de irregularidades que, aunque más no sea mínimamente, le restan transparencia al acto más importante de la vida en democracia. Tampoco puede seguir presa de funcionarios que pretenden desconocer el papel de la prensa en una sociedad democrática.

Fuente: lanacion.com

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