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jueves, 30 de junio de 2011

Un déficit estructural

Print Friendly and PDFPor Raquel San Martín


El conflicto político en Santa Cruz puede estar en vías de solución, o al menos de interrupción temporal, pero los efectos educativos de esa disputa -que es más profunda que un reclamo docente, como lo refleja el estado de movilización de otros gremios de la provincia- recién empiezan a verse.
Como acaba de mostrar Santa Cruz, con prolija periodicidad en algún lugar del país se pone en evidencia, en sus peores consecuencias, el déficit estructural más grave que tiene la educación argentina: su dependencia de los avatares políticos, la disponibilidad de recursos y la fortaleza sindical de cada provincia, lo que termina construyendo circuitos educativos profundamente desiguales para los alumnos.
Sin embargo, este problema no tiene una solución única ni principalmente educativa. Como afirma el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), la Argentina tiene hoy dos circuitos de desigualdades educativas: uno reproduce las disparidades sociales -"los alumnos de sectores vulnerables necesitan una mayor oferta educativa"- y otro está marcado por el injusto reparto de la coparticipación. Que en el caso particular de Santa Cruz la muestra como una de las provincias más beneficiadas.
"Las provincias con menos recursos fiscales son las que pagan salarios docentes más bajos y tienen serias dificultades para sostener sus sistemas educativos", describe el Cippec en su Agenda pública presidencial .
Se ha vuelto casi un lugar común preguntar cómo con el esfuerzo histórico de inversión en educación que viene haciendo la Argentina -y que, con un 6,4% de su PBI, la coloca al frente de todos los países latinoamericanos- los aprendizajes no mejoran de manera significativa. Desde el Ministerio de Educación se suele responder que lo que los chicos aprenden es sólo una manera de medir la calidad.
Es cierto: desde hace casi una década el aumento de la cantidad de chicos que van a la escuela es ininterrumpido en el país. Pero, como muestra Santa Cruz, no en todas partes ir a la escuela significa aprender en iguales condiciones. Ni que los colegios se vean exentos de problemas recurrentes como los paros.
Quizá las preguntas correctas serían, en realidad, con qué prioridades se invierten los fondos en educación, cómo se monitorea el impacto de esa inversión, y cómo se pueden mitigar los aspectos no educativos que están influyendo en las escuelas.
El Cippec asegura que sólo el 31% de los alumnos que ingresa en primer grado termina la secundaria. Lo grave es que los que se quedan afuera son, cada vez más, siempre los mismos.

Fuente: lanacion.com.ar

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